Por Francis Frangipane
Es triste, pero muchos cristianos como empantanados esperan nada mejor que una breve reprimenda por sus pecados y la auto condenación. ¿Debe, la vulgaridad de nuestro pecaminoso estado tener poder sobre la grandeza de las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque la escritura nos asegura que nuestro llamamiento, aun con lo poco que nos sentimos a veces, es una escalada que se basa en la fe en la capacidad de Dios y la confianza en la redención del Señor. No estamos encadenados a nuestros defectos y debilidades; antes bien, ¡estamos unidos espíritu a espíritu al poder de la resurrección del Hijo de Dios! Nuestro llamado no es solamente a ir a la iglesia sino a caminar con Dios, cuya meta eterna nos ha predestinado a ser “hechos conforme a la imagen de Su hijo” (Rom.8:29).