Por Francis Frangipane
Los intercesores viven en la frontera del cambio. Estamos posicionados para estar entre las necesidades del hombre y la provisión de Dios. Como somos los agentes de redención, Satanás siempre buscará la manera de ofender, desalentar, silenciar o, de alguna forma, robar la fuerza de nuestras oraciones. Las heridas que recibimos deben interpretarse a la luz de la promesa de Dios de revertir los efectos del mal y hacer que obren para nuestro bien (Rom. 8:28). Dado que los ataques espirituales son inevitables, debemos descubrir cómo Dios usa nuestras heridas como un medio para una mayor fortaleza. Esto fue precisamente cómo Cristo trajo la redención al mundo, porque por sus heridas fuimos sanados (1 Ped. 2:24).
Jesús sabía que mantener el amor y el perdón en medio del sufrimiento era la clave que desbloqueaba el poder de la redención. Isaías 53:11 nos dice: "Por su conocimiento, el Justo, Mi Siervo, justificará a muchos, pues llevará las iniquidades de ellos".
Jesús tenía un conocimiento revelado sobre el misterio de Dios. Él sabía que el secreto para desatar un poder transformador del mundo se encontraba en la cruz, en el sufrimiento. En la cruz se pagó el precio del pecado. Cuando Cristo perdonó a sus enemigos, el poder del cielo rasgó en dos el velo del templo. Las heridas de Cristo compraron nuestra sanidad. No hablo solo del sufrimiento, sino del sufrimiento del amor.
La terrible ofensa de la cruz se convirtió en el lugar de redención para el mundo. Sin embargo, recuerda que Jesús también nos llama a una cruz (Mat. 16:24). La herida es simplemente un altar sobre el cual se prepara nuestra ofrenda a Dios.
Escucha de nuevo la descripción profética de Isaías sobre la vida de Jesús. Sus palabras pueden parecer impactantes al principio, pero al leerlas descubrimos una verdad profunda sobre el poder de las heridas. Escribió: "El Señor quiso oprimirlo con el sufrimiento.
Y puesto que él se entregó en sacrificio por el pecado, tendrá larga vida y llegará a ver a sus descendientes; por medio de él tendrán éxito los planes del Señor." (Isaías 53:10).
¿Cómo prosperó el poder del deleite de Dios en la mano de Cristo? Durante sus tiempos de quebrantamiento, heridas y devastación, en lugar de tomar represalias, Jesús se entregó "como ofrenda por la culpa".
El quebrantamiento no es un desastre; es una oportunidad. Nuestro amor intencional puede o no tocar el corazón del pecador, pero siempre toca el corazón de Dios. Somos quebrantados por las personas, pero debemos permitir que el quebrantamiento ascienda como una ofrenda a Dios. El mayor beneficio de todos es el efecto que tiene nuestra misericordia en el Padre. Si realmente queremos ser instrumentos del buen placer de Dios, entonces la redención, no la ira, debe prosperar en nuestras manos. Si seguimos a Cristo, debemos ofrecer nuestras vidas como una ofrenda por la culpa de los demás.
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Adaptado del libro de Francis Frangipane, The Power of One Christlike Life, disponible en www.arrowbookstore.com. Este mensaje forma parte de un capítulo dentro del curso en línea desarrollado por Francis titulado: A Imagen de Cristo https://frangipanehispano.org/escuela-en-linea/nivel-i/