Los líderes del mañana, el Sacrificio de hoy

Por  Francis Frangipane

El roble crece de la tumba de la bellota. 

Regresa a la Cruz

Aquellos que serán los líderes del mañana pagaran el precio de Dios hoy. Puede parecer que otros cristianos están disfrutando los beneficios de las bendiciones de Cristo mientras hacen muy poco para obtenerlas. Ustedes los que han respondido al mandamiento de Jesús,  “Sígame”, no encontraran delante suyo camino fácil alguno. Aun así, escrito esta, si “sufrimos con El” seremos también “glorificados con El” (Rom 8:17).

¿Como sufre realmente con Cristo un discípulo?  En el corazón de nuestra existencia, elegimos dejar que  nos guie el camino de Cristo en vez del camino del  hombre.  El camino de Cristo es el camino de la redención, y la redención requiere siempre de un precio. El precio que pagamos es llamado la cruz del discípulo, la cual tiene como modelo  a la cruz del Salvador.  Nuestra cruz es el costo que pagamos para que  la redención de Cristo se manifieste en nuestro mundo. 


Y  aun,  nuestra cruz hace morir también nuestros instintos de auto-preservación, nuestras ideas carnales y nuestras ambiciones egoístas. Antes de que Jesús se manifieste verdadera y completamente en poder en nuestras vidas,  El requiere que nuestros esfuerzos contrarios a El se terminen.  Incluso cuando podemos todavía tropezar,  el  reinado del yo sobre nuestras vidas debe ser expuesto y  morir antes de que Cristo se manifieste en poder. 

Amados, hay un avivamiento mundial que se aproxima. Ciertamente allí habrá una gran cosecha al final de la era; es para esto para lo que nos preparamos. Antes de que la iglesia sea arrebatada, el reino del cielo será proclamado alrededor del mundo.  Por consiguiente, si vamos a volvernos en aquellos a quienes Dios confiara Su Reino, debemos vernos a nosotros mismos como crucificados.   Debemos tener como objetivo ver a Cristo revelado y viviendo en nosotros.  Y debemos ver el tiempo de extensa preparación, por más tiempo que esto tome, como fundamental para nuestro éxito futuro.

Considere lo siguiente: Antes que el ministerio público de Cristo emergiera en poder, Jesús vivió treinta años de rendida oscuridad.  Su vida no estaba escondida de Dios; El estaba escondido en Dios.  Sin señales u obras de poder externas, como un carpintero, interiormente cargo una cruz. Diariamente, eligió morir a la voz del auto- interés; sin interrupción, vivió en la calidez del placer de Su Padre.  Como un simple “trabajador manual”, en las mundanales tareas de la existencia humana, la vida de Jesús aumento la dicha de Dios.

¿Como hizo, no como un hacedor de milagros sino como un trabajador de la madera, para atraer el inamovible enfoque del Padre? Jesús nunca acallo  la voz de amor ni separo Su corazón de su confianza en Dios. 

Así nosotros también, no debemos asumir que porque los hombres no nos reconozcan, Dios mismo es indiferente. Si verdaderamente estamos viviendo  para Dios, El lo vera. Si genuinamente estamos viviendo en Su búsqueda, El ciertamente medirá nuestro progreso, y,  a tiempo, recompensara nuestra hambre con Su sustancia.
 
Es Completamente necesario morir al Yo
Es fácil ser falso, pero solamente con dificultad nos volvemos verdaderos seguidores de Jesucristo.  Si el Espíritu de Dios se ha de volver real para nosotros, primero nosotros debemos volvernos reales con El.  Nuestra superficialidad deber morir y nuestro hombre exterior debe ser  enterrado. Si,  nosotros estamos  guardados  en el amor del Padre, pero Su amor no nos protege del crecimiento. Dios, ciertamente, nos rescata, pero no nos guarda de tener que cambiar.

Así, parte de la provisión de Dios, aun en medio de nuestras bendiciones, es la crucifixión de nuestra vieja naturaleza. Ciertamente, a fin de facilitar este proceso de muerte, Cristo hospeda nuestros  adversos conflictos  y los utiliza para perfeccionarnos. Nosotros clamamos, “Dios  protégeme.”  Pero el Omnipotente no busca tanto protegernos sino perfeccionarnos.  Nuestro proceso de perfección, nuestra madurez, nuestra conformidad a la fe, amor y carácter de Cristo es la protección ofrecida por el Padre. 

Vea, hay enemigos en nuestras vidas de los cuales Dios no tiene la intención de librarnos hasta que hayamos cambiado. Ellos están específica y divinamente permitidos, para que ataquen y destruyan aquel elemento en nuestra naturaleza que vive fuera de nuestra conformidad a Cristo. En otras palabras,  usted siempre tendrá personas difamándolo hasta que no sea mas manipulado por palabras de hombre. Frecuentemente tendrá personas que lo maldigan hasta que aprenda a bendecirlos y a no reaccionar. 

Jesús dijo,  “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto” (Juan 12:24- Biblia de las Américas).  A pesar que Jesús estaba hablando sobre Su propia muerte física, El extendió el principio de morir a uno mismo, a Sus discípulos: A menos que muramos a nuestro yo, habitaremos solos. No produciremos  “mucho fruto.”

El verdadero cristianismo requiere la crucifixión de nuestra antigua vida en pos de nosotros mismos, y requiere que voluntariamente elijamos morir. Esta es la verdad mas profunda y digna de ser prolongadamente contemplada, que tanto Dios  como el diablo desean que muramos, pero por distintas razones. Mientras Satanás busca destruirnos con injusticia en la cruz, Dios busca producir, en el preciso lugar de nuestra muerte, el poder de la resurrección de Jesucristo. Sepa con certeza, amado, que la muerte le espera.  La elección delante de nosotros no es como podemos evitar la muerte, sino ¿como podemos morir como Jesús murió, perdonando a Sus enemigos y confiando en Dios?

En una multitud de formas Dios nos proveerá con oportunidades de morir. Nosotros deberíamos considerar en oración la actitud del apóstol Pablo: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”  (2 Cor 4:11)  Que tremendo privilegio nos es permitido: ¡Jesús mismo manifiesto en nuestra carne mortal! No una religión acerca del  Hijo de Dios, mas la manifiesta sustancia del Hijo de Dios, revelada en y a través nuestro. 

Y la entrada a la vida de Jesús es nuestra muerte al yo
Vea;  el explosivo poder de Dios no proviene de un Estudio Bíblico u  de Asociaciones Cristianas. Estas cosas, si bien esenciales, solamente ayudan a mantener nuestro nivel de crecimiento espiritual.  El mayor poder espiritual proviene de una mayor presencia de Cristo, la cual siempre viene con la muerte de nuestra antigua naturaleza.  Es el encontrarnos en circunstancias que nos sumergen cara a cara con una elección eternal: o morimos al yo y nos volvemos a semejanza de Cristo o endurecemos nuestros corazones y nos echamos atrás  o nos volvemos religiosos 

¿Queremos al Cristo vivo manifiesto y funcionando en poder en nuestras vidas? En el mismo momento en el que el yo esta siendo crucificado, Cristo esta siendo magnificado. La cruz que crucifica el yo es la puerta a través de la cual el poder de Dios ingresa  en nuestras vidas. 

El apóstol Pablo escribió, “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:10–11).  La crucifixión precede a la resurrección.  ¿Porque es que la mayoría de nosotros no podemos irrumpir en verdadero poder espiritual? Todavía gobierna el yo. Dios no puede confiarnos con poder,  porque el yo instintivamente mantendrá cautivo al  poder para atraer la adoración y alabanza del hombre.

El yo debe morir; Jesús debe vivir. El apóstol Pablo declaro, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). ¿Vemos esto? Dios no solamente llevo mis pecados a la cruz; El llevo también mi viejo yo. He muerto en el Calvario. El Omnipotente no procura sanarme, El procura matar mi viejo yo, y, en mi lugar, manifestar la perfecta vida de Su Hijo en mi. 

La cruz significa la muerte al egoísmo. Es la crucifixión de nuestras inseguridades y  temores y una entrega a morir de nuestra interminable auto-compasión y  de nuestras heridas. Lo que en nosotros debe morir, ¡merece morir! Es el enemigo de Dios y de nosotros. Solamente Jesús merece vivir por siempre; solo esa parte de mí que quiere a Jesús es capaz de vivir por siempre. 

Dios tiene un ministerio para cada uno de nosotros, y estaremos estudiando  la diversidad de ministerios en el cuerpo de Cristo. Aun así, amado, hay un precio que pagar para verdaderamente revelar a Cristo en el ministerio. Algunos de los que paguen este precio serán adolescentes que quieran encontrar su realización solamente en Dios. Otros son personas próximas a jubilarse y, por primera vez en sus vidas, están por tomar la decisión de verdaderamente seguir a Jesucristo.  Aun así, quienquiera que Dios elija, serán personas que proclamen con fe y visión: “El Yo debe morir; Jesús debe vivir!” Los líderes del mañana pagaran el precio de Dios hoy.