Buscando a Dios en Humildad y Fe

Por Francis Frangipane

Cuando imaginamos la idea de buscar a Dios con el rostro inclinado hacia el suelo, la imagen que viene a la mente es la de postrarnos ante nuestro Padre celestial, y así debe ser. Nos acercamos a Él con absoluta humildad. Como representantes de las naciones, confesamos nuestros pecados y los pecados de nuestras culturas delante de Dios, suplicándole que extienda misericordia y perdón, pidiéndole que se mueva en Su compasión y sane nuestra tierra.

Sin embargo, en la humillación de nuestras almas, no debemos descartar la realidad y el poder de la fe. Porque sin fe es imposible agradarle (Hebreos 11:1-6). Sí, inclinémonos, pero también mantengámonos firmes en la fe, porque la mezcla de humildad y fe es una fragancia poderosa.


Según los ejemplos en la Escritura, esta fe humilde pero audaz realmente conmueve el corazón de Dios. Consideremos a la mujer cananea que respondió lo que parecía ser un insulto de Jesús: “Sí, Señor, pero aun los perros comen de las migajas” (Mateo 15:27). No fue una respuesta arrogante, sino la voz de una madre desesperada por su hija. La respuesta de Jesús me dice que ella tenía la actitud perfecta de corazón: “¡Oh mujer, grande es tu fe!” (v.28).

Recordemos también a Elías cuando subió al monte Carmelo y, con su “rostro entre las rodillas”, oró siete veces para que terminara la sequía en Israel. El cielo despejado daba la ilusión de que el Todopoderoso no se conmovía por la intercesión de Elías. Sin embargo, cuando su siervo le informó que había una nube, apenas del tamaño de la mano de un hombre, la fe de Elías reconoció la respuesta de Dios. En pocos minutos, esa pequeña nube, activada por la fe de Elías, se transformó en un aguacero que puso fin a tres años y medio de sequía nacional (1 Reyes 18:42-45).

La Biblia tiene muchos ejemplos del poder de la fe cuando se une a la humildad. Si queremos ver un derramamiento espiritual en nuestra tierra, necesitaremos permanecer postrados en intercesión, pero también mantener la fe en la bondad de Dios. Humildad fortalecida por una fe visionaria equivale a un verdadero rompimiento.

Oración
Señor, como Elías, yo también me inclino ante Ti. Me humillo delante de Ti. Perdona nuestros pecados, Señor Dios, porque son muchos. Muéstrate poderoso contra nuestros enemigos. Maestro, aun mientras nos postramos ante Ti, nos negamos a rendirnos con respecto a nuestra nación. Señor, perdona, sana y luego fortalécenos para llevar a los perdidos hacia Ti. Que Tu nombre sea exaltado en toda la tierra y Tu misericordia elevada hasta los cielos. En el nombre de Jesús. ¡Amén!