Uno de ustedes es un chismoso

Por Francis Frangipane

“El hombre perverso provoca contiendas, y el chismoso separa a los mejores amigos” (Proverbios 16:28).

Jesús hizo una notable declaración referente a Judas cuando dijo:
“‘¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?’ Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque este era el que le iba a entregar, y era uno de los doce” (Juan 6:70 – 71).

¿A qué se refería Jesús cuando identifico a Judas Iscariote como “un diablo”? ¿Estaba hablando en sentido figurado o literalmente? ¿Está diciendo que un ser humano puede no solo “tener” un espíritu demoníaco viviendo en su alma, sino también convertirse en un demonio real?

Algunos enseñan que Judas llego a estar tan perfectamente poseído por Satanás que realmente perdió su humanidad. Antes de aceptar esta interpretación, recordemos que después que este apóstol caído entrego a Jesús sintió tal remordimiento por haber traicionado a Cristo, que se suicido. ¿Podía un demonio sentir tal clase de remordimiento? Yo no lo creo.

Lo que yo creo que Jesús identifica en Judas Iscariote como un “diablo” es algo que existe ignorado entre muchos cristianos: la calumnia y la difamación. En el nuevo testamento, la palabra griega, diábolos que es traducida como “diablo” en este texto, se traduce en los demás textos como “falso acusador” “calumniador” o “chismoso malicioso”. De hecho, 1 Timoteo 3:11 y 2 Timoteo 3:3 traducen diábolos como “calumnia”.

En otras palabras, en mi opinión, Jesús no quiere decir “uno de ustedes es un diablo” en sentido literal o teológico, sino “uno de ustedes es un calumniador”, un “chismoso malicioso”. Así que, mientras los discípulos hicieron casi alarde de su lealtad a Cristo, Jesús los corrigió, en efecto, diciendo: “Yo los escogí, pero aun entre ustedes hay uno que es un chismoso o calumniador malicioso, cuyas palabras finalmente me traicionaran”.

En los últimos días
El apóstol Pablo nos dice que este problema del chisme, la calumnia y la difamación en la iglesia, durara hasta el final de los tiempos. Mire con cuidado lo que le escribió a Timoteo acerca de los últimos días: “Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes, sin amor, implacables, calumniadores, desenfrenados, salvajes, aborrecedores de lo bueno”(2 Timoteo 3:2-3). En medio de esta lista de grandes pecados de apostasía, el apóstol incluye la “calumnia”. Esta es exactamente la misma palabra mencionada en Juan 6:70 como “diablo”.

Tal vez usted conoce individuos que siempre tienen algo negativo para decir respecto a otros, que siempre intercalan en su conversación información negativa de otras personas. Yo le pido al Señor que Su Espíritu Santo nos revele la estrecha relación de la “calumnia” y su parentesco con la naturaleza misma de Satanás.

Las escrituras nos dicen que seremos justificados o condenados por nuestras palabras. (Mateo 12:36-37). Si, nuestras palabras, aun aquellas habladas en secreto con una esposa o un amigo respecto a otros, son usadas por Dios para medir nuestra obediencia a Su voluntad. Santiago escribe, “Si alguno no tropieza en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.” (Santiago 3:2).

Las palabras tienen poder. La Escritura revela que “La muerte y la vida están en poder de la lengua” (Proverbios 18:21). Nuestras palabras, expresadas como confesión de fe, nos llevan a la salvación; pero las palabras sin fe pueden llevarnos junto con otros a la destrucción y al dolor. Santiago 3:8 nos advierte que, “la lengua es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal” (Santiago 3:8). “La lengua” – sigue diciendo- “es un fuego, un mundo de maldad” (versículo 6). Escuche cuidadosamente como Santiago nos revela un pensamiento más profundo. El dice que “la lengua…contamina todo el cuerpo e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (versículo 6).

¡Satanás gana acceso a nuestro mundo para destruir todo lo que en el es bueno y santo, a través de nuestra lengua! ¡El curso mismo de nuestra vida, la dirección y calidad de nuestra existencia terrenal es “prendida fuego por el infierno” a través de las palabras que hablamos! Si hablamos negativamente sobre alguien, con calumnia, el fuego destructor del infierno se desata a través de lo que hablamos. ¡Señor, ayúdanos a entender el poder de nuestras palabras!

¡Yo creo que Dios quiere quebrar el poder del chisme y el hablar negativamente de en medio de la Iglesia! Podemos tener un análisis perfecto de lo que está mal y de lo que es del diablo, aun así, si todo lo que hacemos es hablar al respecto, todavía nos queda por repudiar nuestra fidelidad al infierno. Dios nos llama a ser una casa de oración para todas las naciones- una comunidad espiritual madura, plenamente capaz de ver lo que está mal, pero adoptando una posición que suelte redención al mundo.

Si Pablo visitara su Comunidad
Imagine lo que ocurriría si el apóstol Pablo visitara una de nuestras típicas ciudades. ¿Sabe lo que diría acerca de nuestras divisiones? Probablemente lo mismo que les dijo a los corintios en el siglo primero de nuestra era: “Pues me temo que cuando llegue…haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desordenes…” (2 Corintios 12:20).

¿Le recuerda esto algunas Iglesias, en algún lugar? ¿Contienda? ¿Celos? ¿Chismes y calumnias? ¿Como podemos acercarnos a Dios teniendo en nosotros estas cosas? Yo estoy convencido de que Dios quiere darle a la iglesia un enfoque totalmente nuevo. Sin embargo, no podemos asirnos del futuro a menos que antes dejemos ir el pasado.
Quizá esté pensando, “Fulano y sutano deberían leer esto”. Sí, pero mi esperanza es que comencemos con nosotros. Los pastores deben dejar de hablar negativamente de la gente; deben abstenerse de “filtrar” los problemas de la gente en sus sermones; los intercesores deben dejar de murmurar acerca de la gente por la que tendrían que orar. Si hablamos de lo que está mal por diez minutos, oremos durante veinte minutos por redención.

No juzgue
¿Como responde usted a las imperfecciones de la vida? ¿Chismea? Cuando oye hablar de las faltas o del fracaso de una persona ¿corre a difundir las malas noticias? Si Jesús mirara a las personas con las cuales usted tiene compañerismo, ¿les diría lo que les dijo a sus apóstoles que “uno de vosotros es diablo?”

Pero aunque usted no sea un chismoso o un calumniador, debe tener cuidado y evitar el “compañerismo” con quienes lo son. La crítica es contagiosa. Pablo advierte que “un poco de levadura leuda toda la masa”. Si andamos con los sabios, llegaremos a ser como ellos. Por eso es que Jesús dijo “pongan atención” (NVI) de lo que oyen, porque aquello sobre lo cual fijamos nuestra atención lo absorbemos en abundancia” (Marcos 4:24).

Por eso, no debemos siquiera escuchar el chisme. Cuando Dios nos muestra lo que está mal es para que oremos por redención no para esparcir las malas noticias en todo el pueblo. La oración tiene un enfoque muy positivo. La gente que tiene el amor de Cristo posee una visión espiritual que la capacita para ver el potencial que aguarda en el futuro – y oran hasta que ven ese potencial hecho realidad, mas allá de las imperfecciones y limitaciones del mundo presente.

Recuerde, ninguno de nosotros es perfectamente recto. Cada vez que juzgamos a alguien, nos colocamos en posición de ser juzgados también. De hecho, continuamente nos inclinamos a nuestras debilidades. Solo por la gracia de Dios somos guardados para no caer. En el momento que comenzamos a juzgar o chismear sobre otros, sobre sus fracasos y caídas, nos acercamos un poco más a nuestra propia caída.

Sean nuestras acciones y palabras motivadas por misericordia. Si debemos hablar de una situación o de un individuo, no le demos cabida a la malicia o a la mala voluntad. Que la redención sea nuestra guía, no la venganza. Guardémonos de convertirnos en aquellos que traicionan la obra de Cristo en la tierra.

Mantengámonos lejos de la maledicencia, el chisme y la calumnia.

Oración: Señor, purifica mis labios con fuego de Tu santo altar.
Padre, perdóname por mis palabras que no siempre han sido redentoras. Señor, libra a la Iglesia de desparramar chisme a desparramar gracia. Ayúdanos a ser una casa de oración. En el nombre de Jesus. Amén.


Adaptado del libro de Francis Frangipane: A House United, disponible en www.arrowbookstore.com y también incluído en el curso de capacitación en español titulado A Imagen de Cristo.