Por Francis Frangipane
La calidad misma de su vida, ya sea que la ame o la odie, está basada en cuan agradecido está usted con Dios. Es nuestra actitud la que determina si la vida para usted es un lugar de bendiciones o de desgracia y miseria. De hecho, mirando a un mismo rosal, algunos se quejaran de que las rosas tienen espinas mientras que otros se regocijaran que las rosas vienen con espinas. Todo depende de su perspectiva.
Esta es la única vida que usted tendrá antes de entrar a la eternidad. Si usted quiere encontrar gozo, debe primero encontrar gratitud. Ciertamente, el que está agradecido por poco, disfruta mucho. Pero el alma desagradecida es siempre miserable, quejándose en todo tiempo. Vive fuera del abrigo del Altísimo.
Quizá el peor enemigo que tenemos no es el diablo sino nuestra propia lengua. Santiago nos dice, “La lengua esta puesta entre nuestros miembros. . . e inflama el curso de nuestra vida” (Santiago 3:6). Continúa diciendo que este fuego es encendido por el infierno. Considere lo siguiente: ¡con nuestras propias palabras podemos entrar al espíritu del cielo o a las agonías del infierno!
¡Es el infierno con sus castigos, tormentos y miseria el que controla la vida del quejoso y murmurador! Pablo amplía este pensamiento en 1 Corintios 10:10, donde nos recuerda de los judíos que “murmuraron y perecieron por el destructor.” El hecho es que cada vez que nos abrimos a murmurar y quejarnos, la calidad de nuestra vida se reduce proporcionalmente -- un destructor ¡está llevando nuestras vidas a la ruina!
Con frecuencia la gente me pregunta, “¿Cual es el demonio gobernante sobre nuestra iglesia o ciudad?” Ellos esperan que yo les conteste con el nombre en Arameo antiguo o Fenicio de un ángel caído. Lo que comúnmente les digo es algo mucho más práctico: una de las influencias malignas más perversas sobre nuestra nación ¡es la ingratitud!
¡No minimice la fortaleza y la astucia de este enemigo! Pablo dijo que los judíos que murmuraban y se quejaban durante las circunstancias difíciles “perecieron por el destructor” ¿Quien era este destructor? Si insiste en discernir a un gobernante del mundo antiguo, uno de los espíritus más poderosos mencionados en la Biblia es Agadón, cuyo nombre griego es Apolión. Significa “destructor” (Apoc. 9:11). Pablo dice que los judíos fueron destruidos por este espíritu. En otras palabras, cuando nos quejamos o somos desagradecidos, ¡le abrimos la puerta al destructor, Agadón, el rey de los demonios sobre los abismos del infierno!
En la Presencia de Dios
Multitudes en nuestra nación se han convertido en especialistas de la “ciencia del sufrimiento”. Son expertos – contadores morales quienes pueden, en un momento, llevar cuenta de todos los errores que la sociedad ha cometido contra ellos o contra el grupo al que pertenecen. Nunca he hablado con una de estas personas que estuviera feliz, bendecida o contenta respecto a algo. Esperan que un mundo imperfecto los trate perfectamente.
Verdaderamente, hay gente en este país herido que necesita especial atención. Sin embargo, la mayoría de nosotros simplemente necesitamos arrepentirnos de nuestra ingratitud, porque ¡es la ingratitud misma la que mantiene vivas las heridas! Necesitamos simplemente olvidar los errores del pasado y ser agradecidos por lo que tenemos en el presente.
En el momento en que nos volvemos agradecidos, comenzamos a ascender espiritualmente a la presencia de Dios. El salmista escribió,
“Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo. . . . Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones” (Salmo 100:2, 4-5).
No importa cuales sean sus circunstancias; en el instante que comience a agradecer a Dios, aunque su circunstancia no haya cambiado, usted comienza a cambiar. La llave que abre las puertas del Cielo es un corazón agradecido. La entrada a la corte de Dios llega cuando comienza simplemente a alabar al Señor.
Bendito Señor, perdóname por ser alguien que se queja. Ayúdame a ofrecerte sacrificio de acción de gracias en todas las cosas. Señor, vengo este día a pactar contigo. Por tu gracia, seré agradecido independientemente de lo que la vida parezca ser. Oh Dios, recuerda Tu promesa de pacto y ponme cerca de Tu corazón. En el nombre de Jesús. Amén.
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El mensaje que antecede ha sido adaptado de un capitulo en el libro del Pastor Francis El Refugio de Dios, disponible en www.arrowbookstore.com.